sábado, 4 de mayo de 2013

Estuvimos en: Ermita de San Antonio de la Florida

El pasado sábado 27 de Abril decidimos ir a Madrid a dar un paseo por Príncipe Pío, y acercarnos a contemplar uno de los secretos ocultos de Madrid: la Ermita de San Antonio de la Florida, que alberga los impresionantes frescos pintados por Francisco de Goya en 1798.

Pero antes de acceder a contemplar estas magníficas pinturas, nos paramos a comer en el famoso restaurante Casa Mingo que se encuentra al lado de la ermita, donde saboreamos un pollo asado y un chorizo a la sidra, acompañados de una ensalada mixta, todo muy rico.


Fundada en 1888, Casa Mingo se puede considerar una de las sidrerías más antiguas de Madrid. Sus gruesos muros se utilizaron antiguamente como almacén de material y su proximidad a la antigua Estación ferroviaria de El Norte la convirtieron posteriormente en una fábrica de sidra, siendo ocupada por los primeros asturianos que trabajaron en el tren para recoger de su tierra los productos naturales que llegaban a Madrid gracias a la red viaria.

 

Una ermita con Historia

En otros tiempos donde se encontraba la orilla izquierda del río Manzanares, en las afueras de la Puerta de San Vicente, era una agradable campiña muy frecuentada por los madrileños los días de fiesta. En 1732 se erigió una ermita con una imagen de San Antonio de Padua, que pronto alcanzó una gran devoción popular. Su célebre romería del 13 de junio, donde acudían y aún acuden las jóvenes casaderas a pedirle un buen novio al santo, es una de las tradiciones más antiguas de Madrid.

A lo largo del siglo XVIII, las reformas urbanas de la zona obligaron a derribar la ermita de San Antonio en dos ocasiones y construirla de nuevo en otro lugar. Es así por lo que la iglesia primitiva fue sustituida por otra (cuyo autor fue Sabatini) y ésta, a su vez, por una tercera que ya sería la definitiva.
 
El último traslado de la iglesia se originó a causa de las obras del nuevo palacio de La Florida, una gran finca (hoy desaparecida), que daba nombre a la capilla y que había sido adquirida por Carlos IV. Por orden del rey, de 1792 a 1798 el arquitecto Felipe Fontana construyó la nueva ermita, y Francisco de Goya la decoró con magníficos frescos.



Para garantizar la conservación de sus pinturas, el edificio fue declarado Monumento Nacional en 1905 y más tarde, en 1928, se construyó a su lado una iglesia idéntica, para trasladar el culto y reservar la original como museo. Para entonces, esta capilla era además panteón conmemorativo del artista, pues en 1919 se habían trasladado aquí sus restos, traídos desde Burdeos, donde había muerto en 1828. A los pies del presbiterio se encuentra la tumba de Goya, Es de granito y tiene adosada la lápida de piedra caliza que señalaba su sepultura en el cementerio de Burdeos.
Goya murió en Burdeos en 1828, ciudad francesa donde se había exiliado voluntariamente en tiempos de Fernando VII. Más tarde sus restos fueron trasladados a España y en 1919 recibieron solemne sepultura en esta capilla. El pintor fue enterrado en Francia con su amigo y consuegro Martín Miguel de Goicoechea y siguen descansando juntos en San Antonio de la Florida, pues se trajeron los dos cuerpos ante posibles dudas de identificación.


La decoración al fresco es una técnica que consiste en extender sobre el muro en la zona a trabajar una capa de mortero húmedo de cal y arena; en esta superficie se dibuja el motivo a pintar con la ayuda de cartones (bocetos) y un punzón, dejando marcas incisas. Después, antes de secarse, se aplican los pigmentos mezclados con agua. La humedad produce la carbonización de la cal que une indisolublemente la pintura a la pared.

Las pinturas al fresco que cubre la cúpula, bóvedas, ábside y pechinas, llena el espacio de vida, luz y color. El conjunto resulta sorprendente y muy original, por la interpretación personalísima que Goya hace del tema y las innovaciones técnicas que introduce. El artista representa en a cúpula un episodio de la vida de San Antonio. En dicha cúpula da la sensación que el techo se "abre" al cielo y en un paisaje al aire libre una multitud bulliciosa, alrededor de una barandilla fingida, asiste a la resurrección milagrosa de un hombre que había sido asesinado, para que testifique la inocencia del padre del Santo, injustamente acusado del crimen.


Sin duda que la visita mereció la pena; teníamos previsto también desplazarnos posteriormente al Museo de El Prado, pero una inoportuna lesión en uno de los pies de Silvia nos impidió acercarnos a contemplar algún espectacular cuadro, pero ya habrá tiempo en otra ocasión.