El convento está constituido por los bienes donados por Felipe III y sus sucesores (incluye el edificio, los objetos artísticos y cotidianos y las partidas monetarias).
Este edificio gozó desde su fundación de los favores reales. A lo largo de toda su historia ha estado muy vinculado con la Corona: primero con la Casa de Austria y después con los Borbones. Ello propició la acumulación de obras artísticas muy destacadas. Es un auténtico museo del arte del siglo XVII que encierra pintura, escultura, vestuario litúrgico, relicarios...
La mayoría de las obras proceden de donaciones y fundaciones que realizaron miembros de la realeza y la nobleza y también de encargos de la comunidad.
En la actualidad sigue utilizándose para uso monástico, ocupándolo las monjas agustinas recoletas que viven en él en régimen de clausura estricta.
Dos fueron los arquitectos que intervinieron en la construcción de este Monasterio, Juan Gómez de Mora ( 1611-1616) y Ventura Rodríguez (1755-1767). De estilo barroco pero de gran sobriedad y de influencia herreriana, muy propio de la arquitectura española de la primera mitad del siglo XVII. Es muy visible en toda la arquitectura religiosa de esta época el reflejo de la humildad y sencillez predicada por Santa Teresa.
El edificio formaba parte de un amplio complejo. Se construyó unido al Alcázar con el que se comunicaba por un pasadizo extendido entre uno de los laterales de la fachada principal del convento y la Casa del Tesoro, contigua al Alcázar.
La primera piedra se puso el 16 de julio de 1611 y el edificio se inauguró solemnemente con numerosas fiestas y celebraciones el año 1616. En 1734, el incendio que destruyó el antiguo Alcázar de los Austrias cortó la comunicación con el convento.
Durante el gobierno de José Bonaparte se remodeló la plaza de Oriente y se derribó el pasadizo.
A partir del año 1844 se parceló la huerta del convento para construir edificios, lo que obligó a realizar una redistribución del espacio interior, que es como se conserva en la actualidad.
Se buscó un equilibrio entre la forma y la función, entre la belleza y el uso cotidiano del monasterio.
El complejo del convento forma un rectángulo en cuyo centro está la iglesia rodeada por el claustro, la huerta, el coro, el relicario y las casas de alrededor que miran hacia el convento.
La reina Margarita de Austria, esposa de Felipe III, fundó este monasterio impulsada por el fervor religioso que le inspiró la Madre Mariana de San José, a la que había conocido en Valladolid cuando la corte castellana se había trasladado a esa ciudad. La reina no pudo ver terminada la obra y fue el rey Felipe III quien llevó a cabo la fundación conforme a las directrices marcadas por la reina Margarita.
Creó una Fundación que estaría junto al Alcázar y que se dedicaría al culto del Santísimo Sacramento. La fundación se enmarcó dentro de las pautas que marcó el Concilio de Trento mediante la aprobación de bulas y breves otorgados por los Papas. El objetivo era establecer comunidades contemplativas que aseguraran sufragios perpetuos en beneficio de los reyes fundadores y de sus descendientes.
El monasterio también destaca por su sala de relicarios. Se trata de su sala más importante del monasterio, la cual encierra una valiosa colección de más de 700 piezas aportadas desde 1611 hasta nuestros días, entre los que destacan cofres de piedras y metales preciosos con varias reliquias de santos. Es muy popular el vaso que contiene la sangre de San Pantaleón, que se licúa de forma milagrosa todos los años el día 27 de julio.
También cabe destacar su sala de esculturas, con bellas imágenes del siglo XVII: Destacan la Dolorosa del escultor José de Mora, así como el Cristo atado a la columna y el Cristo yacente de Gregorio Fernández; éste fue el imaginero castellano más importante de su época. Sus encargos principales procedieron de carmelitas, franciscanos y jesuitas. Sus obras más relevantes se encuentran en Valladolid, Madrid, La Rioja y Plasencia.
Igual de importante es su salón de Reyes: en él se exponen las pinturas de personajes de la Casa de Austria vinculados con el convento o con otras Fundaciones reales.
La iglesia es el eje del monasterio y de todo el conjunto con las viviendas del sacristán y los capellanes a la derecha y el espacio de clausura extendido alrededor del patio, situado a la izquierda de la iglesia. El Coro de las monjas se situó al lado del presbiterio y el Relicario tras el altar mayor.
Con planta de cruz latina, es de una sola nave y con nártex bajo el coro que se comunica por el exterior a través de una sencilla portada de triple arcada.
Su interior ya no es de principios del siglo XVII y con el planteamiento de Gómez de Mora que dibujó retablos, perdidos, y grandes lienzos de Vicente Carducho. La forma era el típico ejemplo de iglesia de la Contrarreforma, con una larga y espaciosa nave, sin capillas, atravesada por otra transversal sobre cuyo cruce se yergue la cúpula. La iglesia ardió en el año 1755 y fue remodelada en estilo preneoclásico por Ventura Rodríguez en 1761, sobre la traza original de Gómez de Mora. La estructura actual de la iglesia se construyó entre los años 1761 y 1763. La remodeló Ventura Rodríguez y se sufragó con los 1000 doblones de oro que la reina Bárbara de Braganza cedió al convento en su testamento.
La nave de la iglesia está decorada con bellos frescos en la bóveda que representan temas de la vida de San Agustín, realizados por Luis y Antonio González Velázquez. Los frescos del presbiterio son de Francisco Bayeu.
El retablo mayor, del año 1759, es obra de Ventura Rodríguez. Utilizó para decorarlo el cuadro de la Anunciación que Vicente Carducho pintó en el año 1614 y que estaba en el retablo original. La Anunciación está en el centro, S. Felipe en el altar de la izquierda y Santa Margarita en el de la derecha.
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