En el fértil valle del Serchio, entre los Alpes Apuanos y Monte Pisano, se encuentra una de las capitales de provincia toscanas más encantadoras. Rodeada por murallas y bastiones de los siglos XVI y XVII, Lucca muestra una conformación urbana cerrada.
En ella habitaron ligures y etruscos. Se sabe que en el siglo III A.C. existía un asentamiento con el nombre celta-ligur de luk (pantano), que fue ocupado por los romanos en el año 180 A.C. y cobró el nombre colonial de "Luca", pasando a ser el centro de importantes vías de comunicación, César, Pompeyo y Craso se reunieron allí en el 56 A.C. para constituir el triunvirato.
Los lombardos la escogieron como sede ducal en el 571. La ciudad siguió siendo el centro del margraviato de Tuscia durante la dominación franca. Su situación en la Vía Francigena y el comercio marítimo a través de la cercana Pisa, favorecieron el crecimiento económico. Lo que más se vendía eran artículos de lujo (pan de oro, brocados y sedas) en toda Europa y Oriente. La próspera ciudad acogió la única casa de la moneda real del centro de Italia hasta finales del siglo XI.
Las aspiraciones de independencia, surgidas en 1080 con la elección de cónsules propios, tuvieron éxito en 1162 en tiempos del emperador Federico Barbarroja. En esa época de prosperidad económica y paz, se crearon las construcciones más importantes del románico de Lucca.
La fuerte competencia entre Florencia y Pisa comportó dificultades económicas y políticas en los siglos XIII y XIV; muchos artesanos abandonaron la ciudad a causa de la situación, cercana a la guerra civil, y se dirigieron a Florencia y Venecia.
Las ansias de expansión territorial del signore Castruccio Castracani, que gobernó a partir de 1316, debilitaron en tal manera Lucca que, a su muerte (1328), la ciudad cayó en manos de Pisa. El emperador Carlos IV le devolvió su independencia 40 años más tarde. A partir de 1400, se impusieron la paz y la prosperidad económica gracias a la señoría del comerciante Paolo Guinigi, cuya familia ordenó la construcción de la Torre de las Siete Encinas, seña de identidad de Lucca.
Fue la única ciudad toscana independiente después de la restauración de la República, en 1430, hasta que Napoleón la concedió, como ducado, a su hermana en 1799. Más tarde, María Luisa de Borbón y Parma fue nombrada regente por el Congreso de Viena. Su hijo Ludovico cedió el territorio al Gran Ducado de Toscana en 1847, poco antes de la unificación de Italia.
Le Mura: las murallas de la ciudad
Las imponentes murallas defensivas de Lucca, que se conservan intactas, son las últimas de las cuatro que ha tenido a lo largo de su historia, después de las romanas, las lombardas y las "comunales". Dado que habían quedado obsoletas a causa de la invención de nuevas máquinas de guerra, en el transcurso del siglo XV se construyeron más baluartes para cañones que sobresalen de la muralla a intervalos regulares; dichos baluartes fueron integrados en la misma cuando los arquitectos militares de más renombre empezaron a construir una nueva muralla a mediados del siglo XVI. La obra quedó terminada hacia 1650 después de una colosal inversión económica y de la utilización de cerca de 6 millones de ladrillos.
La muralla tiene una longitud total de 4,2 km. y consta de 11 terraplenes de hasta 30 m. de ancho y en la base revestidos de ladrillo hasta una altura de 12 m. El foso mide 35 m. de ancho y se podía llenar de agua. Al otro lado hay otro terraplén para los tiradores. Sin embargo, estas murallas no han tenido que soportar ni un solo asedio, sino tan sólo una crecida del río Serchio en el año 1812. Los ciudadanos de Lucca se sienten muy orgullosos de que su ciudad nunca cayera en el ámbito de los grandes duques de Médicis y, actualmente incluso, siguen distinguiendo entre los que han nacido fuori (fuera) y los que, auténticos luqueses, lo han hecho dentro le mura (dentro de las murallas).
San Frediano
Frediano, un obispo de origen irlandés y patrón de la ciudad de Lucca, fundó en el siglo VI una modesta iglesia cerca del anfiteatro antiguo. El edificio fue objeto de diversas reformas de estilo románico en el siglo XII y consagrada en 1147.
La iglesia fue edificada excepcionalmente hacia el este, para evitar que la fachada quedara orientada contra la muralla. Tres portadas sobrias con tímpanos curvilíneos altos delatan la disposición original como basílica de tres naves. La ampliación posterior, en la que fueron añadidas capillas laterales, creó dos ejes a los flancos.
En el siglo XIII se elevó la nave central y se decoró el alto frontón con un mosaico dorado, cosa bastante inusual en Toscana. La tarea fue encargada hacia 1230 a varios colaboradores de formación bizantina del famoso taller de pintura luqués de los Berlinghieri.
El mosaico representa la Ascensión de Jesucristo. En lo alto del tímpano, Cristo resucitado aparece sentado en una mandorla soportada por dos ángeles. Debajo se encuentran los 12 apóstoles ataviados al estilo clásico y visiblemente agitados. La parte central carece de la simetría original, puesto que la figura de la Virgen acabó siendo reemplazada por una ventana ojival.
El interior de tres naves sin crucero es uno de los ejemplos más bellos del románico luqués. Doce pares de columnas (tantas como los apóstoles) soportan las bien proporcionadas arcadas de la nave central. Alguno de los notables capiteles compuestos son expoliaciones romanas del siglo IV, y el resto data de los siglos XII o XV.
Es probable que la pared de la nave principal, que en la actualidad está sin decorar, estuviera adornada con frescos. Sobre la cornisa se abre una hilera uniforme de ventanas. La altura de esta pared fue aumentada en 3,30 m. en el siglo XIII.
Las capillas laterales incorporadas entre los siglos XIII y XVI albergan los sepulcros de las familias luquesas ilustres y, por consiguiente, están decoradas con esculturas y cuadros magníficos. En la denominada capilla Zita se encuentran las reliquias del santo homónimo de la ciudad.
Antiguamente, la iglesia de San Frediano contaba con un gran monasterio que en el siglo XVI fue el lugar de reunión de los partidarios de la Reforma, tolerados en un principio en Lucca. Más tarde, la mayoría de ellos se trasladaron a Ginebra para huir de la persecución que la Inquisición llevaba a cabo en la ciudad.
Anfiteatro - Plaza del Anfiteatro
El anfiteatro romano, que data del siglo II D. C.y se levantaba a unos tres metros de profundidad respecto al nivel actual del suelo, tenía forma elíptica y se hallaba rodeado por dos hileras de arcos superpuestas sobre pilastras. Las instalaciones fueron destruidas durante las invasiones de los bárbaros y utilizadas para obtener material de construcción; un ejemplo de ello son las columnas de las iglesias románicas de Lucca.
Sobre las ruinas del teatro se construyeron nuevas casas y para ello hubo que seguir forzosamente la planta elíptica de la construcción precedente, cuya forma sigue distinguiendo a la plaza.
Tras una urbanización posterior de toda la zona, María Luisa de Borbón-Parma ordenó en 1830 que la plaza se descubriera. Los cuatro arcos que dan acceso a la misma corresponden pues con bastante exactitud a las entradas del antiguo anfiteatro.
Catedral de San Martín
La iglesia fundada en el siglo VI, consagrada a la sede episcopal en el siglo VIII y reconstruida a partir de 1060, fue sometida a importantes reformas entre los siglos XII y XIV.
El gran maetro Guidetto de Como tuvo que adecuar sus planos al campanario de 69 m. de altura ya existente antes de que pudiera concluir la fachada de mármol en 1204. Ello explica la asimetría de la fachada, que parece apoyarse con gracilidad en la majestuosa torre de travertino y ladrillo. La fachada está dividida en dos zonas: tres arcos se abren a un pórtico en la planta baja, y a continuación hay tres galerías con columnas que, probablemente, deberían concluir con un frontón. Cada columna presenta una ornamentación escultórica diferente; se alternan dragones, leones, figuras humanas y dibujos geométricos en relieve en mármol negro y blanco. Encima de las arcadas es posible contemplar adornos vegetales y motivos animales, cuyo estilo compositivo recuerda los dibujos de los famosos paños de seda de la ciudad de Lucca.
En los pórticos se pueden admirar relieves notables que describen con detalle escenas de la vida de San Martín, San Régulo y Jesucristo.
Esta escultura de un artista lombardo-luqués, llamada San Martín y el mendigo (1240), es una de las pocas estatuas ecuestres medievales italianas. Fue creada para ser colocada en la fachada de la catedral, donde ha sido sustituida por una copia. La pierna algo flexionada y la espalda encorvada ilustran con singular vitalidad la postura del mendigo, que expresa humildad a la vez que respeto ante el noble jinete.
El día 8 de diciembre de 1405, Ilaria del Carretto, segunda esposa de Paolo Guinigi, señor de Lucca, perdió la vida al dar a luz a su segundo hijo. Entre 1406 y 1408 su marido encargó al joven escultor sienés Jacopo della Quercia la realización de uno de los sepulcros más bellos del Quattrocento en memoria de su esposa, sepulcro que actualmente se encuentra en la sacristía. El sienés y su colaborador Francesco di Valdambrino captaron de forma magistral la juventud y la belleza de la difunta en esta obra temprana marmórea. Ilaria reposa sobre un sarcófago aislado; a sus pies se halla un pequeño perro vigilante como símbolo de la fidelidad más allá de la muerte. La mujer lleva puesto un vestido cerrado hasta el cuello, y los pliegues cuidadosamente esculpidos acentúan el encanto natural de su figura. Della Quercia estuvo especialmente acertado en el semblante joven y fresco de Ilaria.
El estilo de influencia claramente gótica que impregna esta escultura, se combina con total armonía con las formas anunciadoras del Renacimiento de las tumbas, que aparecerían poco después. El lecho mortuorio está rodeado por angelotes desnudos y de aspecto risueño provistos de guirnaldas con frutas; es la primera representación a esa escala y con tal autonomía desde la antigüedad.
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